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Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano que revolucionó la Iglesia católica

Buenos Aires, Argentina – Desde las calles de Buenos Aires hasta el Vaticano, Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, fue siempre un hombre de barrio: cercano, humilde y comprometido con los más necesitados. Su estilo directo y su mirada inclusiva lo convirtieron en un líder que rompió barreras, desafiando estructuras y llevando el mensaje de la fe más allá de las paredes de la Iglesia, siempre con los pies firmes en la tierra y la mirada puesta en el otro. Semblanza desde Buenos Aires.

Jorge Mario Bergoglio fue, por encima de todo, un tipo de barrio. Hijo de inmigrantes italianos, creció en la Buenos Aires de cafés, plazas y calles llenas de vida, y aprendió desde chico que la fe no está solo en lo religioso, sino en lo cotidiano, entre la gente.

Su historia no comenzó en los lujosos palacios vaticanos, sino en un hogar modesto en el barrio de Flores, entre mates, largas sobremesas de domingo y la pasión por el fútbol. Por eso, incluso ya como papa, nunca dejó de ser ese tipo directo, sencillo y, sobre todo, profundamente argentino y porteño.

Cuando el 13 de marzo de 2013 salió al balcón de la Plaza San Pedro y dijo: “Fratelli e sorelle, buonasera” (“Hermanos y hermanas, buenas noches”), rompió con todo: con el protocolo y la distancia.

América Latina, esa región tantas veces olvidada, sintió que uno de los suyos llegaba a lo más alto. Y lo hizo a su manera: sin pretensiones, incómodo para los poderosos, firme en su defensa de los más olvidados. El papa del fin del mundo, sí, pero con los pies bien puestos sobre la tierra.

La humildad y el estilo personal

Como buen jesuita, Francisco siempre mantuvo una vida austera. Desde su llegada al Vaticano, eligió vivir en la Casa Santa Marta, un alojamiento modesto dentro de la Santa Sede, en lugar del lujoso Palacio Pontificio.

Esta decisión no fue un gesto simbólico ni demagógico, sino una muestra de su compromiso con una Iglesia que, consideraba, debe estar más cerca de la gente, especialmente de los más humildes.

Su rechazo a los lujos también se reflejó en sus acciones cotidianas, como su forma de vestir o sus decisiones de viaje, priorizando el contacto directo con las personas y dejando de lado los protocolos.

Sus visitas a lugares remotos y empobrecidos reflejan su compromiso con las “periferias” del mundo, buscando siempre estar cerca de los más necesitados y alejado de los destinos más tradicionales de los líderes mundiales.

Para él, la verdadera riqueza estaba en la cercanía y el servicio, no en los bienes materiales.

El cura que escuchaba: cercanía y empatía
Bergoglio fue, sobre todo, el cura que escuchaba.

El que en Buenos Aires viajaba en colectivo y visitaba las «villas miseria» (barrios marginales), no para quedar bien ni para tomarse una foto, sino para compartir un mate y una charla verdadera, mirando a los ojos.
Y desde Roma, siguió siendo ese pastor que insistió en que la Iglesia no es un museo, sino un hospital de campaña. Su deseo era que nadie se quedara afuera. Ni los pobres, ni los migrantes, ni los que la vida había golpeado.

Esa cercanía y su trato de igual a igual, sin importar quién estuviera enfrente, se manifestaron en innumerables ocasiones.

El director de orquesta argentino-israelí Yeruham Scharovsky cuenta a France 24 que, en 2023, recibió una inesperada invitación del papa para visitarlo en el Vaticano. Al principio, no entendió bien por qué lo buscaban, hasta que le explicaron que el pontífice se había interesado en su historia, su conexión con el barrio de Flores y su visión del diálogo interreligioso.

Scharovsky reveló que, en esa charla, el papa, con su estilo tan cercano, no solo le preguntó por su música, sino también por su vida como judío y la importancia del entendimiento entre distintas culturas y religiones.

Sobre su encuentro, destacó: «Era muy cálido. Yo creo que eso es lo que lo convierte en una gran persona. A pesar de su cargo tan importante y de que la gente esperaba meses para verlo, él era informal, cordial y ameno, una persona con la que era fácil conversar».

El fútbol y la fe: la pasión de Francisco
Como buen argentino, el papa también sabía que el fútbol es mucho más que un juego: es barrio, es emoción y pertenencia.

Era de San Lorenzo, el club de Boedo que fundó un cura para sacar a los pibes de la calle. Y eso decía mucho de él: su equipo fue uno en el que el fútbol y la fe siempre estuvieron de la mano.

Agencia EFE

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Roberto Carlos Poche de Leon

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